En la historia de esta nuestra Pontevedra hay un episodio que siempre me fascinó, quizás sea porque este acontecimiento se produjo en el lugar donde yo nací. El caso es que de esta historia se tienen pocos datos y con los pocos que hay no somos capaces de ubicar el sitio exacto del emplazamiento de esta construcción, aunque según algunos investigadores su emplazamiento estaría en los alrededores de la actual Casa del Mar de Mollabao.
La Capilla de los Santos de Mollabao, que así se la conoce, fue mandada construir en 1737 por Juan A. De Marzoa, rector de la feligresía de Salcedo en aquel tiempo y concluida en 1741. Su memoria se perdió poco a poco, un templo de estilo barroco y de inspiración portuguesa rodeado por columnas coronadas con estatuas de santos, dedicada a los hombres del mar y enclavada en un hermoso paraje en aquel entonces, situada a orillas del mar y dedicada originalmente a San Francisco.
La capilla fue deteriorándose poco a poco y desapareció sin dejar rastro debido al abandono o posiblemente como consecuencia de un crimen que al parecer se cometió en ese lugar y que como consecuencia dejó de ser un lugar sagrado. Sólo se podría restablecer de nuevo su sacralidad bajo la bendición del arzobispo de Santiago, cosa que nunca se llegó a producir. Luego los elementos que la constituían: imágenes, arcos, piedras, etc., se fueron llevando a lugares de los alrededores y hoy en día podemos ver algunas esculturas en la capilla de San Blas, cementerio de Salcedo y una imagen pétrea de San Francisco que figuraba en la hornacina de la fachada en el panteón de Sánchez Cantón, en el cementerio de San Mauro. También existen restos de arcos y piedras en el depósito del museo de Pontevedra (aunque se teme que ha desaparecido una dovela) sin un destino conocido, por la tradición del Museo de ceder piezas de su colección (en algunos casos obras de la Sociedad Arqueológica) para adornar espacios públicos.